Cosmopolíticas en tiempos de crisis (o cómo inesperados mundos son posibles)

@art_maltsev Unsplash License

La comunidad se encuentra dispersa y debilitada frente al avance de las fuerzas opuestas. La lucha ha sido larga y nada indica que se pueda revertir la adversidad. Sin embargo, cada miembro desde su rol, se arroja apasionadamente a ofrecer el que podría ser su último esfuerzo. Y flaquean. Entre miedos y dudas, contra todo pronóstico, ocurre lo que parecía imposible: por un momento, las fuerzas del universo se alían en su favor. La comunidad celebra, aunque sabe que su triunfo es provisorio. 

Esta historia nos resulta familiar porque está a la base de lo que conocemos como el arquetípico “camino heroico” que sostiene las cosmovisiones y las trayectorias de los pueblos en las más diversas culturas, tradiciones y formatos. Simplificando, y con perdón de las expertas en estudios culturales, el mito del héroe cruza desde la narración oral a los Avengers.  

Frente a los miedos que desata la crisis socioecológica, política y económica, el héroe actual ha sido relegado al superhéroe como individuo salvador. Ya no escucha dioses ni fuerzas vitales, depende de sí mismo, “solo contra el mundo”. En una columna anterior hemos comentado las limitaciones de esta narrativa, proponiendo transitar desde esta visión moderna del yo hacia la co-creación de un “nosotros” desde donde atravesar el desafío civilizatorio en curso. Podemos dar un paso más en este análisis, observando cómo este sujeto colectivo está a la base de una dimensión poco observada de la transformación política: la emergencia de fenómenos “contra todo pronóstico”.

De la mano de la ilustración, la modernidad ha observado lo político como un dominio sostenido por “acciones racionales con arreglo a fines”. Tanto si se trata de acentuar contradicciones como de reproducir estructuras, el supuesto racionalista implica que existe un saber, una expertiz desde donde será posible reunir elementos y coordinar acciones para alcanzar los objetivos trazados. Si ello no ocurre, suponemos una falla en la información disponible, en las herramientas utilizadas o en la energía implicada.

Estas premisas están arraigadas profundamente, siguiendo a Stengers (2014), en la metáfora de la sociedad humana como organismo, sistema regido por recurrencias y dinámicas eventualmente develables e idealmente controlables, con feedbacks, inputs y outputs de cierta regularidad. Las ciencias sociales han hecho importantes esfuerzos por analizar y observar estas tendencias. Sin embargo, este enfoque también tiene limitaciones. No sólo porque no es posible establecer una separación taxativa entre observador y observado; o porque la premisa de “todo vale” resulta tan peligrosa y reduccionista como el supuesto de neutralidad “objetiva”  (Haraway, 1995), sino porque los fenómenos humanos y no humanos desbordan constantemente todo aquello que intentamos predecir. En retrospectiva, los fenómenos que nos sorprenden parecen obvios y pueden explicarse, nos decimos, por las múltiples señales que no fuimos capaces de leer correctamente. A partir de allí, podemos caer en una espiral descendente de acusaciones y culpas, de donde puede ser difícil salir. 

Este guión olvida una dimensión fundamental del arquetípico camino heroico: los afectos como fuerzas inmanentes, en último término insondables. El héroe no es un individuo sino un sujeto colectivo, que sólo es capaz de ver algunos aspectos de lo que está ocurriendo.  Tanto esta colectividad como el mundo conforman realidades múltiples y en último término, imposibles de conocer por completo y por tanto, impredecibles. La incertidumbre reina. Y por supuesto, como en el cine, si vemos algo que algún héroe no ve nos dan ganas de gritarle “¡no, no vayas por ahí! ¡no hagas eso! ¡no le creas a ese!”. Es más fácil opinar cuando nos sentimos testigos y no actores implicados; pero esta separación, si reconocemos el mundo como un entramado de influencias recíprocas, no es más que ilusoria. ¿Qué podemos hacer, entonces, cuando sentimos que todo está en contra?

Siguiendo a  Isabelle Stengers (2014) y Suely Rolnik (2019), necesitamos otras narrativas para atravesar el Mordor de Tolkien. Stengers propone recurrir a la metáfora de la química pre-moderna, más precisamente la alquimia, para entender lo político como el espacio donde es posible combinar elementos que permitan la emergencia de fenómenos, sin aspirar a controlarlos. Hablar de alquimia en el ámbito político puede sonar algo exótico, por decirlo de modo amable; pero en la observación retrospectiva encontramos múltiples evidencias de cómo las “expresiones micropolíticas de la pulsión vital” (Rolnik, 2019) están a la base de lo que posteriormente reconocemos como un fenómeno político. Nuestra historia está llena de estos ejemplos. Saltar un torniquete en Santiago, bailar “Un violador en tu camino” en Valparaíso, los perfiles de desaparecidos ocupando la Plaza de Mayo en Buenos Aires, por nombrar solo algunos (Fuentes, 2019). 

Lo que parece ser un milagro político está lejos de ser generación espontánea. El fenómeno emergente está sostenido por acciones micropolíticas, cotidianas y aparentemente pequeñas, con el poder performativo del ritual: acciones sostenidas y experimentales, recurrentes y muchas veces contra-intuitivas, sin control sobre el resultado, con la insistente fuerza vital del sueño, el deseo y los afectos. Estas acciones se sostienen en una premisa clave de la alquimia, el arte y la magia: la combinación de elementos para la invocación y emergencia de un fenómeno distinto, una grieta en la corriente principal, como ejercicio de creación, acompañamiento y resonancia para la emergencia de otros mundos.

El arte de combinar elementos “para que adentro nazcan cosas nuevas”, como dice la canción, puede ayudarnos a atravesar el miedo, el dolor, la rabia y la tristeza, sin eludirlas ni ser consumidas por ellas. En medio del colapso civilizatorio-socioecológico y en plena oscuridad, necesitamos sostenernos en los múltiples y cotidianos actos que conforman esta fuerza heroica colectiva, vital e insondable, que nos ha permitido sobrevivir al exterminio y la violencia. Contra todo pronóstico, en este universo de posibilidades múltiples, la vida existe. 

Por María Paz Aedo

Referencias

Fuentes, Marcela (2019). Activismos tecnopolíticos: constelaciones de performance. Buenos Aires: Eterna Cadencia Editoras.

Haraway, Dona (1995). Ciencia, Cyborgs y Mujeres: La Invención de la Naturaleza. Valencia: Ediciones Cátedra. 

Rolnik, Suely (2019). Esferas de insurrección: Apuntes para descolonizar el inconsciente.  Buenos Aires: Tinta Limón.

Tags: No tags

Comments are closed.