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Decrecimiento ¿en un punto de inflexión?

Fotografía: Constanza Cabaña

Solemos escuchar que no tenemos que elegir entre fortalecer la economía y cuidar al planeta. Que cuidar la tierra puede ser “un buen negocio” y compatible con lo que se ha denominado el “crecimiento verde”. Así, muchas veces nuestras políticas se diseñan esperando que cualquier intervención que se haga para, por ejemplo, reducir las emisiones de CO2, sean también una oportunidad para promover la inversión y hacer crecer la economía. Esta premisa descansa en la ilusión de que no necesitamos reflexionar de manera profunda sobre nuestras estructuras económicos e institucionales para revertir la emergencia climática y ecológica que actualmente enfrentamos a nivel global.

Es hora de cuestionar este mantra, que se ha convertido en un obstáculo y una camisa de fuerza para pensar alternativas. Una propuesta es el decrecimiento: una escuela de pensamiento que cuestiona el imperativo del crecimiento económico ilimitado y prioriza la sostenibilidad de la vida y la justicia ambiental. Darnos cuenta de que hemos sobrepasado con creces los límites biofísicos planetarios, y que el enriquecimiento de unos pocos se ha hecho a costa del acaparamiento y del empobrecimiento de las mayorías, nos llama a pensar otras formas de abundancia y bienestar. Unas no ligadas al consumo ni a la cultura de lo barato y lo desechable. Convivial, centrada en el control democrático de lo común y una relación entrelazada con los ecosistemas que habitamos. Como dicen Ulrich Brandt y Alberto Acosta (2018), una “salida del laberinto capitalista”, decolonial y centrada en los cuidados.

Afortunadamente, existen señales incipientes de que este tipo de pensamiento está permeando las instituciones oficiales y los cuerpos internacionales mandatados a enfrentar nuestras múltiples crisis socioambientales. Un ejemplo es el informe publicado el 9 de junio por el IPBES (la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos) y el IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático) titulado “Biodiversidad y cambio climático”, que recoge una serie de reflexiones en torno a los desafíos de la conservación, entre ellas, la necesidad de explorar alternativas al capitalismo como el buen vivir. El informe reconoce también que elementos como la desigualdad y las relaciones de poder están a la base de nuestra destructiva forma de organizar la economía a costa de los ecosistemas y privilegiando el interés de una minoría enriquecida. 

Enfoques como el de este informe abren las puertas a una conversación honesta para transformar la sociedad completa, sin limitarnos a las soluciones incrementalistas dentro del modelo pro-crecimiento que tenemos hoy. Esperamos que este tipo de debate vaya ganando cada vez más espacio y comencemos a vislumbrar otros arreglos civilizatorios posibles. Aún estamos a tiempo.

Por Gabriela Cabaña

Referencias

Acosta, A., & Brand, U. (2018). Salidas del laberinto capitalista: Decrecimiento y postextractivismo (2da edición). Fundación Rosa Luxemburg, Oficina Región Andina.