Este relato está hecha siguiendo una conversación que se dió dentro del equipo de CASA cuando nos propusimos escribir algo sobre mujeres, resistencias y cuidados en miras al Día Internacional de la Mujer el 8 de marzo. Nuestro compañero Diego nos envió el siguiente mensaje, seguido por un documento con el documento de más abajo:
Diego: Hola equipo, este es el boceto, aún tengo que corregir cosas, pero para que le echéis un ojo si os parece bien:
La participación de las mujeres en los espacios de resistencia. Tejedoras solidarias.
Esta pandemia ha vuelto a visibilizar la lucha y el compromiso de las mujeres por la resistencia y la soberanía alimentaria, la capacidad de organizarse y articularse para crear una estructura de apoyo a quienes más lo necesitan y, su compromiso con el bienestar y la búsqueda de una vida digna para todas y todos. Como dice Yayo Herrero “las mujeres se presentan y se configuran como agentes clave para defender y proteger la vida”.
Durante este último año, la población más vulnerable se ha visto en una situación de máxima precariedad. El confinamiento y las cuarentenas han provocado que muchas familias no pudiesen trabajar y como consecuencia, la incapacidad de acceso a alimentación. Todo ello significó un duro impacto tanto en las vidas como en las rutinas de los grupos humanos. El desempleo, el aumento de la precariedad, la caída de los ingresos familiares han posibilitado que los barrios se organicen, que se reactivaran prácticas en torno a las redes de apoyo y a la alimentación
Y no han sido sino las mujeres, las que han liderado estos proyectos, las tareas de cuidado se han convertido en un movimiento en defensa de la vida, basado en la cooperación y la solidaridad entre iguales. Son numerosos los ejemplos de proyectos que han sido gestionados y coordinados por mujeres, muchas de ellas migrantes. En el caso del barrio Yungay, la asamblea autoconvocada del barrio ha estado participando en la gestión y coordinación de actividades de diferente índole desde inicios del estallido social y la cooperativa “La Balanza”, una red de abastecimiento del barrio, ha estado lideradas por mujeres del territorio, preocupadas por crear instancias de apoyo mutuo, solidaridad barrial así como, proveer de alimentos a todas aquellas familias que no tienen acceso. Además, la mayoría de las ollas comunes u “ollas comunes confinadas”, según se le conocen en Yungay, han estado coordinadas por mujeres, en su mayoría mujeres migrantes. En el caso de Peñalolén, también hemos podido observar cómo han sido las mujeres las dirigentas de las ollas comunes, de tal forma que han recuperado las prácticas culturales presentes en los territorios en otros momentos históricos. Estas prácticas representan la memoria colectiva de las mujeres, una memoria de organización, lucha, resistencia y autogestión. Una memoria que han asumido ellas desde el rol de los cuidados que se les ha impuesto bajo un modelo socioeconómico sustentado por el capital y el heteropatriarcado. Otra vez hemos vuelto a ver claro como la salud de los cuerpos debe estar siempre por encima de la producción, y como en tiempos de cambio y transformación, la violencia contra la vida, la tierra y los cuerpos de las mujeres se presenta como la hoja de lucha y protesta contra las sistemáticas violaciones de derechos humanos a través de la creación de espacios locales cooperativos y solidarios que son, al fin y al cabo, el cuestionamiento de un modelo de desarrollo y crecimiento sin fin.
Las mujeres como centros de vida, tienen dos funciones principales en los pilares comunitarios que está intrínsecamente ligadas a la resistencia frente a una cultura extractivista y explotadora, una es la producción agrícola de alimentos (división social del trabajo) y por lo tanto el cuidado y defensa de la tierra como ente a explotar y la otra, la transmisión generalmente oral del conocimiento de generación en generación, y por lo tanto de una estrategia de resistencia a largo plazo. Esa transmisión del conocimiento y producción agrícola o alimentación de la comunidad, encuentran en las ollas comunes y comedores solidarios, el lugar donde tejer los tejidos solidarios de la comunidad.
Estos proyectos nos hacen creer que aún estamos a tiempo de recuperar nuestros territorios, los espacios públicos y los terrenos de cultivo como forma de rehabilitar y restaurar un ecosistema que está cada día sufriendo más. Estas formas de organización que han liderado las mujeres durante este último año, en el caso de Chile comenzó ya con el estallido social, suponen un avance propositivo para hacer frente a una crisis ecológica desde la negociación colectiva, el asamblearismo, la colectivización de recursos, la alimentación como forma de cuidado, escucha y protesta y como no, una nueva forma de recuperar la vida social basada en la cooperación y la solidaridad.
Estos espacios de alimentación, ya sean ollas comunes, comedores solidarios o cooperativas de abastecimiento, han supuesto el punto de encuentro de prácticas culturales de diferentes espacios, casi siempre llevados por mujeres migrantes. En estos meses, las ollas y cazuelas han creado un caldo de cultivo con olores, aromas y sabores que recuerdan a un mestizaje de todos aquellos que llegan a un lugar y pueden y quieren vivir en paz. Estas cazuelas han servido para dar de comer a todxs y sobre todo, para crear un tejido más fuerte, auténtico y sincero.
Por cuestiones de husos horarios, Paz fue la primera en responder en nuestro chat grupal:
Paz: Hola Diego! Gracias por tu texto. Tengo algunos reparos: creo que si bien honra las tareas de cuidado, celebra algo que es un problema más que una virtud. El problema es que no haya hombres preparando esas cazuelas sabrosas. Es un problema, no un don, que las mujeres tengan que hacerse cargo de lo que el texto destaca y que el Estado no lo haga. ¿Somos las mujeres verdaderamente “centros de vida”? ¡No somos centros de vida más que los hombres!
Diego: Gracias Paz, tomo nota. Esta frase “Las mujeres como centros de vida, tienen dos funciones principales en los pilares comunitarios que está intrínsecamente ligadas a la resistencia frente a una cultura extractivista y explotadora, una es la producción agrícola de alimentos…” justo me la transmitió, tal cual, uno de los coordinadores una ONG súper potente que trabaja en África occidental y está con temas de genero y cooperativas.
Paz: mmm eso pareciera una perspectiva esencialista, tipo primera ola…
Diego: Es un problema grande y a la vez, un camino de resistencia súper importante que se hace. Y el estado no trabajo ni va a trabajar por la dignidad de las personas ni los derechos fundamentales, son las luchas sociales y el activismo los que marcan en el camino. El estado viene después.
Paz: Reconocer la resistencia que hacen las mujeres está muy bien. Decir que lo hacen porque son esencialmente algo está muy mal. el hecho que las mujeres cuiden frente al desastre es subsidiar al Estado. No una virtud de las mujeres. Es una evidencia de la injusticia, no un don.
Diego: Con centro de vida me refiero a agricultura y conocimiento, no a parir. No sé si me he explicado bien. No sé si no queda otra, cuando montas/organizas proyectos autogestionados lo haces por dos motivos, uno porque puede que no queda otra, dos porque estás de acuerdo en un modelo de sociedad que no forma parte del estado.
Paz: No estoy de acuerdo con naturalizar. Creo que el texto podría enriquecerse si pusiera el acento en la resistencia como resultado de la injusticia, no como una virtud “femenina”. Desde niñas nos han enseñado a cuidar, nos han obligado a hacernos cargo de los cuidados. No somos cuidadoras “intrínsecas”.
Diego: ¡Pero podemos celebrar esa resistencia!
Paz: Quizás ahí está nuestra diferencia. En esa continuidad del rol histórico hay mucho sacrificio. Ha sido a costa del despliegue de deseos y otras posibilidades de ser. Lo que más he visto en mujeres en resistencia es que hay sacrificio de sí mismas. Lo hacen por amor, pero es cruel, estructuralmente cruel.
Diego: He tocado un tema sensible donde hay múltiples maneras de verlo…
Paz: ¡Pero qué bueno poder tener esta discusión!
(Las horas pasan y el resto del equipo va leyendo el intercambio)
Camilo: hola, recién vengo leyendo la conversación. Concuerdo con Paz, pero es una discusión muy interesante. La filósofa Alicia Puleo, en su texto ¿Qué es el ecofeminismo? Refiere a lo problemático de los esencialismos así “no se trata de caer en esencialismos ni en un discurso del elogio que haga de las mujeres las abnegadas salvadoras del ecosistema, sino de reconocer como sumamente valiosas las capacidades y actitudes de la empatía y el cuidado atento, enseñarlas desde la infancia también a los varones y aplicarlas más allá de nuestra especie”
Dani: Las funciones sociales son socialmente producidas. No hay nada natural ni intrínseco en ellas.
Gabriela: hola, me demoré en leer pero esta es mi reflexión: escuchaba el otro día en una charla de Nancy Folbre sobre su último libro “The Rise and Decline of Patriarchal Systems” sobre cómo la especialización de las mujeres en el cuidado nos pone en una situación de vulnerabilidad. No tenemos “poder negociador”, como tienen por ejemplo trabajadorxs en una fábrica de autos, ya que dejar de cuidar significa que gente muere. Esto es parte de los sistemas patriarcales. Sin embargo, ahora conversando con Mariana ella me contaba que existe otra autora que habla de “esencialismos reivincativos” y cómo se pueden movilizar perspectivas que ligan a la mujer con una tendencia o sensibilidad “natural” al cuidado a su favor. A mi igual me ha pasado que, participando en espacios autoconvocados de mujeres, más de una usa ese discurso y yo obviamente no salgo a “explicarle” el feminismo a nadie.
Paz: ¡Esa es la tensión a abordar, Gabi! aunque yo tengo una apuesta personal y urgente de tomar partido antiescencialista, respeto y valoro mucho que mujeres oprimidas reivindiquen el lugar que sienten suyo. Cuando sale de ellas, eso sin duda.
Mariana: si, Beatriz Cid por ejemplo plantea rol reivindicativo del esencialismo en organizaciones de mujeres como ANAMURI. Esto me parece interesante, no todo escencialismo es acrítico, lo movilizan a su favor.
Gabriela: finalmente es eso, poder abrir y examinar esa tensión, situar siempre los feminismos en sus contextos históricos y subjetivos más amplios.