Decrecimiento: Nuevas Raíces para la Economía – carta abierta

Re-imaginando el Futuro Después de la Crisis del Coronavirus

La pandemia del Coronavirus ya se ha llevado innumerables vidas y todavía no se sabe cómo se desarrollará en el futuro. Mientras las personas en la primera línea del sistema de salud y del abastecimiento social básico están luchando contra la propagación del virus, cuidando a las personas enfermas y manteniendo el funcionamiento de las operaciones esenciales de la sociedad, una gran parte de la economía se ha estancado. Mientras esta situación es paralizante y dolorosa para muchos, provocando miedo y ansiedad a aquellos que amamos y a las comunidades a las que pertenecemos, puede ser también un momento para que colectivamente aportemos e impulsemos nuevas ideas.

La crisis desencadenada por el Coronavirus ha puesto al descubierto muchas debilidades de nuestra economía capitalista obsesionada por el crecimiento, tales como la inseguridad laboral y alimentaria de muchos, los sistemas de salud menoscabados por años de austeridad y ajustes económicos, y la infravaloración de muchas de las profesiones más imprescindibles y esenciales. Este sistema, basado en la explotación de las personas y de la naturaleza, es severamente propenso a sufrir crisis, algo ya considerado como normal. Aunque la economía mundial está produciendo mucho más que nunca, falla en el cuidado de los seres humanos y del planeta, en su lugar acumula riquezas en pocas manos mientras el planeta es arrasado. Millones de niños mueren cada año por causas evitables, 820 millones de personas están desnutridas, la biodiversidad y los ecosistemas están siendo degradados, y los gases de efecto invernadero continúan elevándose provocando un claro cambio climático antropogénico con consecuencias tales como aumento del nivel del mar, tormentas devastadoras e incendios incontrolables, entre otros fenómenos.

Durante décadas, las estrategias dominantes contra estos males han sido dejar la distribución económica mayormente a las fuerzas del mercado y atenuar la degradación ecológica a través de una economía que fuera capaz de crecer sin incrementar la presión ambiental mediante el desacoplamiento y el crecimiento verde. Esto no ha funcionado. Ahora tenemos una oportunidad para construir sobre la base de algunas de las experiencias de la crisis del coronavirus: con nuevas formas de cooperación y solidaridad que están floreciendo y el creciente respeto y estimación generalizado de los servicios sociales esenciales como la salud pública y el trabajo de cuidados, el abastecimiento de alimentos y la gestión de desechos. La pandemia también llevó a los gobiernos a tomar acciones sin precedentes en tiempos modernos de paz, demostrando lo que es posible cuando hay voluntad para actuar: las reestructuraciones de los presupuestos, la movilización y redistribución de dinero, la rápida expansión del sistema de seguridad social y la importancia de la vivienda para las personas sin hogar.

Al mismo tiempo, necesitamos estar alerta con el aumento problemático de las tendencias autoritarias de los sistemas de vigilancia masivos y las tecnologías invasivas, el cierre de las fronteras, las restricciones al derecho de asamblea y el posible agravamiento de la crisis por una profundización del capitalismo salvaje. Debemos resistir firmemente a estas dinámicas, pero no detenernos ahí. Debemos empezar una transición hacia un tipo de sociedad radicalmente diferente. En vez de tratar desesperadamente de hacer andar de nuevo la destructiva maquinaria del crecimiento, sugerimos construir sobre la base de las lecciones aprendidas y de la abundancia de iniciativas sociales y solidarias que han brotado alrededor del mundo durante estos meses. Al contrario de lo que sucedió después de la crisis financiera del 2008, deberíamos salvar a las personas y al planeta en lugar de rescatar a las grandes corporaciones y emerger de esta crisis con medidas de autosuficiencia y prosperidad en vez de austeridad.

Se ofrecen 5 principios para la recuperación de nuestra economía:

  1. Poner la vida al centro de nuestro sistema económico.
  2.  Reevaluar radicalmente cómo y qué trabajos son necesarios para una buena calidad de vida para todos.
  3. Organizar a la sociedad en torno a la provisión de mercancías y servicios esenciales.
  4.  Democratizar la sociedad.
  5. Sistemas políticos y económicos basados en el principio de la solidaridad.

Puedes encontrar la versión completa de la carta y sus firmantes en degrowth.info

Seminario: el giro afectivo desde la perspectiva del sur

Maria Paz Aedo y Fernando Hernández-Hernández

Fernando Hernández-Hernández es académico de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, doctor en Psicología y coordinador del Doctorado de Artes y Educación en dicha facultad.  Especialista en educación artística, innovación y cambio curricular; vinculando la cultura, el aprendizaje y la educación en los procesos formativos y en los equipos de investigación donde participa. Cuenta con una amplia diversidad de publicaciones en materia de educación, cultura visual, investigación basada en artes y estudios culturales.

María Paz Aedo es socióloga, doctora en Educación, investigadora del Instituto de Estudios Avanzados de la Universidad de Santiago y socia fundadora de CASA. Especialista en ecología política, género y aprendizaje transformacional. Ha desarrollado procesos de formación para docentes y dirigentes sociales en espacios educativos formales e informales. También ha realizado actividades de formación y asesoría para agencias de cooperación internacional, organizaciones no gubernamentales y organizaciones sociales.

Este seminario surge de la necesidad de abordar las críticas a la perspectiva de los afectos y los nuevos materialismos en su dimensión teórica-especulativa, alejada de las contingencias y controversias sociales. Desde una perspectiva no centrada en la tradición académica anglosajona, ofrecemos un espacio de diálogo en torno a las propuestas y textos que abordan la perspectiva de los afectos desde o en relación con las epistemologías del sur.  Desplazamos el foco hacia el diálogo sobre prácticas sociales concretas, desde donde es posible observar la construcción del odio racial, la violencia estructural, las cosmovisiones indígenas, las sociologías de las ausencias y las emergencias, las posicionalidades fronterizas, entre otras miradas. 

Ofrecemos este espacio como un ensayo de formas de lectura y aprendizaje, para que a través de las lecturas compartidas y el diálogo entre las participantes, podamos transitar desde la tradición basada en el desciframiento de autores a la vinculación de sus propuestas con la ética-política de las investigaciones en las que estamos involucradas.

La actividad fue realizada los días 2, 3, 5 y 12 de Marzo 2020 en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Barcelona, en el marco del Doctorado de Artes y Educación de la Unidad de Pedagogías Culturales.

El bosque de las mujeres. Memorias del Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan, Chiapas, México (2018)

La historia de los encuentros internacionales de los movimientos sociales en las últimas dos décadas — marcada por hitos como el Foro Social Mundial y más recientemente, las Cumbres de los Pueblos — dan cuenta de la necesidad de conexión y co-aprendizaje de los distintos movimientos y organizaciones sociales en términos “glocales”. Es decir, actuar local y pensar global, como estrategia para enfrentar los impactos adversos del patriarcado y de la globalización neoliberal en los distintos cuerpos y territorios.

Sin embargo, en esta búsqueda de convergencia y articulación, emergen separaciones y rupturas como derivadas de los énfasis aportados por distintos actores en varios ejes de tensión o “continuos”, como por ejemplo: teoría-práctica; institucionalizado-autogestionado; reformista-radical; saber académico-saber popular; y cambios a nivel micro-macro. Así acaba de suceder en Chile, donde en diciembre de 2019 tuvieron lugar dos encuentros paralelos al proceso de discusión de la COP 25: la Cumbre de los Pueblos y el encuentro de la Sociedad Civil por la Acción Climática (SCAC). Es posible interpretar estas separaciones como problemas o debilidades de los movimientos sociales; también, como condición inmanente de la diversidad.

Estos encuentros tienen en común la prioridad que otorgan a la racionalidad instrumental en el más clásico sentido moderno, para el abordaje de las tensiones y divergencias. En general, los distintos argumentos apelan a la generación de conciencia (subtexto: ilustración) para la transformación de las condiciones estructurales del sistema dominante, de forma predominantemente lógica y argumentativa. La discusión se centra en los fundamentos, enfoques, estrategias y tácticas que nos permitirían avanzar hacia futuros deseables. Estos encuentros convocan expresiones artísticas y performances, pero siempre marginales respecto de las discusiones políticas centrales, que se reflejan en una declaración o manifiesto final.

Sin embargo, la racionalidad instrumental — si bien necesaria — es insuficiente no sólo para diseñar futuros posibles, sino para habitar los presentes dinámicos y complejos de los movimientos. El abrupto estallido social chileno ha puesto en evidencia las dimensiones afectivas de las acciones políticas y las limitaciones de la racionalidad moderna clásica en su previsión y abordaje. ¿Qué análisis sociológico o político podía prever que la evasión en el metro desembocaría en el camino hacia un cambio constitucional? ¿Qué racionalidad habría permitido proyectar la expansión global de la perfomance feminista de Las Tesis?

Estos movimientos aparentemente inesperados parecen estar profundamente relacionados con las afectaciones de los cuerpos que encarnan las condiciones de explotación; y no sólo con la “conciencia de sí y para sí” en los términos de la razón moderna. Tampoco se trata de generación espontánea o irracionalidad, sino de una complejidad genealógica mayor. Siguiendo a Ahmed (2015), decimos que son los cuerpos agredidos los que gritan ¡basta, no más! en cada rincón del país y del mundo. Frente al abuso y al despojo, surgen “rebeldías emergentes de otras corporalidades que en sus estallidos rompen los escenarios naturalizados” (Navarro y Hernández, 2010: 89). Este poder de estos afectos, encarnados en mujeres que resisten con todas sus fuerzas la violencia patriarcal, colonizadora y capitalista; y que contra todo pronóstico construyen un mundo propio, fue lo que pude observar y aprender en el Primer Encuentro Internacional, Político, Artístico, Deportivo y Cultural de Mujeres que Luchan, realizado entre el 6 y el 9 de Marzo de 2018 en Chiapas, México. La realización de un segundo encuentro, que será entre el 26 y el 29 de diciembre de 2019; así como la vigencia de los aprendizajes que me dejó, motivan este relato.

En Enero de 2018 supe de la convocatoria, gracias a una compañera feminista y educadora popular. Juntamos entusiasmo y con otra compañera más, llegamos de día a Tuxtla y de noche al caracol de Morelia, tras un largo recorrido por caminos serpenteantes en la antigua Aguascalientes. Al llegar, cientos de mujeres esperaban en la fila de inscripción y escuchamos un rumor: hemos llegado más de 6 mil, y las zapatistas habían previsto menos de mil mujeres. Nos instalan en carpas y un galpón, copando el lugar. Hace frío, como cada noche que vendrá.

La mañana comienza temprano con un café colectivo y con la convocatoria al acto inaugural, en el centro del caracol. Somos tantas, que nuestra sola presencia nos conmueve. Sonreímos, con la alegría de reconocernos y sentirnos cómplices en este hito. En cuanto aparece el sol, el calor apremia. Pienso en la resistencia y la urgencia que deben tener los cuerpos que resisten luchando en este clima.

Frente al escenario vemos varias filas de mujeres con sus pasamontañas negro y sus vestidos de todos los colores posibles, como cuerpo que es uno solo y distintos a la vez. La comandanta abre el encuentro honrando la memoria de la dirigenta que hace unos días ha muerto, “y que nos hace tanta falta”, para enviarle “un abrazo más grande” con todas las presentes. Siento el calor en la cara, el corazón encogido y las ganas de llorar por esa forma de traer a la que no está. Veo los ojos brillantes de mis amigas. Respiro, y sigo escuchando. El discurso continúa: acá podemos reunirnos para ver quién es la que habla más bonito, la que juega mejor, la que está más buena. Y nos podemos ir pensando que ganamos, pero sabemos que en realidad, nadie gana. Por eso acá las invitamos a compartir, a cooperar. Porque somos un bosque, todas distintas, todas juntas. Esta vez dejo caer las lágrimas.

Si buscábamos sentido y resultados del encuentro, ese momento ya era suficiente: estábamos ahí para abrazarnos y honrarnos, las que están y las que no están; y para hacerlo hoy, ahora, no después de resueltos todos los conflictos, no al final de la revolución, incluso atravesando la muerte. Nos damos cuenta que hemos venido para tener la experiencia de estar juntas, habitándonos en este presente y en este lugar, encontrándonos en todos los lenguajes posibles: artes, deportes, diálogos políticos. Todo está conectado en este espacio y ocurre simultáneamente, con un orden sin prisas. A solas, pienso que una de las fuerzas de las mujeres zapatistas radica en el poder afectivo de su presencia.

El Encuentro Mujeres que Luchan instaló esta afectividad al centro del proceso. El ejercicio práctico y cotidiano del encuentro por el sentido profundo y en sí mismo del acto de conectar, resulta consistente y coherente con la cosmovisión tojolabal presente en el movimiento zapatista (Lenkersdorf, 2008, “Aprender a escuchar”, México, Plaza y Valdés), que reconoce la vida como tejido y trama; y donde cada ser (humano y no humano) no es un individuo aparte, sino una hebra en movimiento en el tejido del mundo. Bastante lejos de la racionalidad instrumental, sostenida por individuos que no resisten el sentido en sí mismo del proceso, buscando resultados y avances (y no llegando, justamente por desatender el proceso). Despejada la mirada de las metas y proyecciones, todo tiene valor, todo importa porque todo moviliza. Nada es irrelevante y nadie compite por ser “más”.

El fútbol que inicia después del acto resulta ser una evidencia de estos principios: cada vez que hay un gol, los equipos anotan frases bellas y se celebra a ambos por igual. Efectivamente, nadie gana porque todas juegan. Después de almorzar unos elotes (choclos) bastante adictivos, fuimos testigo de las zapatistas creando: nos regalaron su música, su teatro, su danza. A diferencia del arte occidental, con foco en la obra, lo central de estas creaciones estaba puesto en la participación, no en el refinamiento. Una tras otra se suceden creaciones colectivas. Pasan más de 100 mujeres por el escenario. En varios momentos nos comparten relatos de experiencias, con una constante: la lucha que las mujeres dieron dentro del movimiento para ser reconocidas como pares y ocupar espacios de acción y decisión dentro del zapatismo. No fue fácil. Han tenido que pelear contra el machismo de sus pares para llegar donde están ahora. El macho opresor está en el Estado, en el mercado, en el pueblo y en la casa, como ellas mismas cuentan una y otra vez.

Al día siguiente, me incorporo a todos los espacios de danza que puedo; y hay muchos. También me integro a escuchar y aprender en los espacios de conversación. En este contexto me toca dar un taller, donde más que enseñar, aprendo cómo escuchan las zapatistas. En todos los talleres, había al menos 20 mujeres del movimiento participando y escuchando con toda su presencia. Acogiéndonos a nosotras, las visitantes, fundamentalmente para conocernos y para estar juntas, para saber quiénes éramos, para hacer el abrazo y el bosque más grande, como nos dio a entender la comandanta el primer día. Disfrutando, riendo mucho también. Me sumo a la fiesta de la noche, escuchando rancheras rebeldes. Me duermo tarde y por la mañana, con mis dos compañeras, ahora hermanas, tomamos café y nos preparamos para regresar a Chile.

En esta breve pero intensa experiencia, pude comprobar cómo los afectos, que desde la tradición occidental y patriarcal han sido reprimidos y que por tantos activistas políticos han sido minimizados en su importancia, estaban allí encarnados, legitimados y habitables. Como describen Navarro y Hernández (2010), las situaciones como las que viven las mujeres en resistencia frente a la violencia patriarcal y capitalista, donde la muerte es una posibilidad vívida y constante, “concentran emociones íntimas que suelen compartirse en los espacios de deliberación y organización (….) Hacen público lo que cotidianamente se vive y procesa de manera individual” (Navarro y Hernández, 2010: 89). Este encuentro nos permitió conectar aquello que sentíamos, soñábamos y deseábamos las 6 mil mujeres presentes tenía lugar; y de un modo muy distinto al que yo conocía por Foros y Cumbres internacionales. Confirmó, claramente, que una revolución sin cuerpos que co-crean, se escuchan, se cuidan y se conmueven no es mi revolución.

Constato que una de las bases de esta presencia y conexión es la escucha profunda. No una escucha pasiva, indolente, que espera el turno para hablar. En occidente hemos puesto todo el foco en la palabra hablada y en el futuro decir, rebatiendo lo dicho por “el otro” con el fin de triunfar argumentalmente. Mientras que la presencia escuchante moviliza el encuentro y lo instala en el presente. Nos “empareja”, como dicen los tojolabales (Lenkersdorf, 2008). Escuchar es lo que nos vuelve “nosotras”; lo que nos hace ser-con-otras. Escuchar así nos invita -y obliga- a hacernos co-responsables, necesariamente democráticas y activamente cuidadoras del “nosotras”. Así, se facilita el diálogo y el tránsito por las diferencias. Así lo describe Ahmed (2015):

Mediante el trabajo de escuchar a los otros, de escuchar la fuerza de su dolor y la energía de su indignación, de aprender a sorprenderse ante todo aquello contra lo que nos sentimos enfrentadas; a través de todo esto, se forma un “nosotras” y se establece un vínculo (…)” (Ahmed, 205:285) .

El tejido y el bosque son fuertes, no duros; su fuerza está en el entrelazamiento. En este tejido, todas somos todas, no “una”. Por eso, si estamos contra algo, es contra lo que no escucha y separa, contra lo que oprime y enemista, contra lo que abusa y mata. La fuerza con la que luchamos está, como aprendimos en este Encuentro, en reconocernos hebras vivas, bosque, tejido y telar, aquí mismo, ahora mismo. Una planificación orientada a fines, si no tiene en cuenta la escucha, la trama y los afectos, se vuelve autoritaria y hegemonizante.

Para finalizar, traigo aquí una imagen inolvidable: en plena oscuridad, en un minuto de silencio, cada zapatista enciende una luz. Por ellas, por todas las que estamos y por las que no están. Así es el pueblo de nuestras hermanas, y también puede ser el nuestro.

P.S: La primera versión de este relato la escribí en mayo de 2018. Un año y medio después, la retomo habiendo leído “Un verano kurdo”, de Zekine Türkeri (2016). En su relato, Türkeri nos cuenta las historias de mujeres que luchan en Rojava contra el Daesh (Estado Islámico) y la invasión del ejército turco. ¿Qué tienen en común con las zapatistas? Son cuerpos de mujeres que se enfrentan a las balas de ejércitos de hombres armados hasta los dientes, en defensa de su vida y la de sus pueblos, frente al desplazamiento, el hambre, la humillación, la violación y el asesinato a una escala que excede lo imaginable. Y que contra todo pronóstico, pero no sin fundamento, consiguen crear comunidades feministas, sustentables y democráticas, en el desierto las kurdas y en la selva las tojolabales.

Referencias

Ahmed, Sara (2015) “La política cultural de las emociones”. México, UNAM

Lenkersdorf, Carlos. (2008), “Aprender a escuchar”, México, Editorial Plaza y Valdés

Navarro, Mina y Hernández, Oliver (2010). “Antagonismo social de las luchas socioambientales en México. Cuerpo, emociones y subjetividad como terreno de lucha contra la afectación”. Revista Latinoamericana de Estudios sobre Cuerpo, Emociones y Sociedad, n°4, año 2, pp 77-92.

Turkeri, Zekine (2016). “Un verano kurdo”. Barcelona, Descontrol Editorial.

Por María Paz Aedo

Llamado académico por una Asamblea Constituyente

Como académic@s e investigador@s del área socio-ambiental hacemos un llamado a una transformación constitucional. Esta transformación debe ser institucional, profunda, efectivamente participativa para ser legítima respondiendo los cambios socio-ambientales que el territorio está experimentando. Hoy el 80,7% de la ciudadanía considera que un cambio constitucional es importante o muy importante, y un 85% está de acuerdo con el movimiento. Esta es una mayoría contundente que no puede ser ignorada en una democracia.

Hemos estudiado cómo las reglas constitucionales, además de otras fuera de la constitución, han impedido el manejo adaptativo de los ecosistemas frente a los cambios socio-ambientales. Por ejemplo, ni la ley de bosque nativo, las modificaciones al código de aguas, ni los intentos para proteger los glaciares lograron proteger y regular efectivamente los ecosistemas que sostienen la vida, bajo una interpretación extrema del derecho de propiedad promoviendo la degradación de los bienes comunes proveídos por los ecosistemas. Esta interpretación ha estado amparada por fallos del Tribunal Constitucional, que la práctica opera como una tercera cámara legislativa. Caso similar ocurre con la ley de pesca, que, por haber asignado derechos de propiedad mediante las cuotas de pesca, ahora Estado debería “comprar” estas cuotas a pesar de que dicha ley carece de cualquier legitimidad para la ciudadanía. Terminando así por aplicarse una regla de forma ortodoxa olvidando así la función social que cumple la propiedad establecida en la misma constitución (art 19 n°24). Chile es altamente vulnerable al cambio climático, y ya está siendo afectado por una larga sequía que ha dejado a los sectores pobres aún más vulnerables, hemos visto incendios arrasar con regiones completas, estamos presenciando como la capacidad productiva del país decae, fomentando la emigración y la posible alza en los precios de los alimentos, lo que se ve exacerbado por la orientación exportadora promovida desde el estado. Es urgente adaptar las reglas del juego a la realidad para dar estabilidad social, económica y ambiental al país.

A pesar de que en la constitución se asegura nominalmente el derecho de vivir en un medio ambiente libre de contaminación (art 19 n°8), en la práctica no existe forma de asegurar esto, pues no existe monitoreo ambiental e investigación permanente que permita probar legalmente que una actividad o empresa ha infringido daño ambiental. Tristemente conocidos son ya los casos de las zonas de sacrificio donde hasta el día de hoy no se entregan soluciones concretas a los habitantes. No debemos olvidar el caso de la muerte de los cisnes, la alteración de la trama trófica y sedimentación del río Cruces en Valdivia producido por CELCO, ni el vertimiento de salmones muertos en Chiloé y posterior marea roja, que dejó a cientos de pescadores sin sustento, originado así el movimiento Chiloé esta privao que también fue duramente reprimido. Nunca sabremos sus causas pues no existe monitoreo de variables ambientales antes de que ocurrieran estos desastres. Este derecho a vivir en un medio ambiente libre de contaminación carece de respaldo sin información y monitoreo científico permanente.

Por último, entendemos que el estallido social que Chile está viviendo es resultado de un modelo productivo basado en la venta de productos de baja complejidad, que nos hizo dependientes principalmente del intercambio con China y Estados Unidos; cuando los términos de intercambio se vuelven poco favorables, el precio del dólar sube y por lo tanto sube el transporte, y otros bienes básicos profundizando la desigualdad que vive el país, lo que es la causa inicial de este estallido. Por eso hacemos un llamado serio y de largo plazo a hacer cambios en la Constitución del país, aumentar la equidad social y a diversificar la matriz productiva de Chile mediante la investigación y desarrollo de carácter público como criterio guía para una Asamblea Constituyente, participativa, legitimada por la sociedad y acorde a la realidad ambiental.

Noviembre de 2019, Chile

Para sumarse seguir este link

Firmantes

Daniela Manuschevich Académica, Escuela de Geografía,, Universidad Academia Humanismo Cristiano
Marcelo Garrido Profesor, Universidad Academia Humanismo Cristiano
Enrique Aliste Académico Universidad de Chile
Caroline Stamm Profesora asistente, Instituto de Estudios Urbanos y Territoriales UC
Yasna Contrera Gatica Departamento de Geografía. FAU. Universidad de Chile
Daniela Escalona Thomas NIDAS universidad academia de humanismo cristiano
Rocio Amparo Gallegos Castillo Directora Escuela de Geografía, Universidad Academia Humanismo Cristiano
Daniella Gac Investigadora Ceder; Directora Académica Sede Santiago- Universidad de los Lagos
Nicolas Vergara Arribas PhD student – Bloustein School of Planning and Public Policy – Rutgers, the State University of New Jersey
Carolina Andrea Arriagada Sickinger Profesora Universidad del Bio-Bio
Rodrigo Lagos Vergara Académico investigador Universidad del Bio-Bio
Maria Fragkou Profesora Asistente, Departamento de Geografía, Universidad de Chile
Javier Ruiz-Tagle Profesor Asistente, Pontificia Universidad Católica de Chile
Fernanda Salinas Urzúa Investigadora ONG FIMA
Debbie Guerra Maldonado Académica, Universidad Austral de Chile
María Isabel Lopez Meza Académica Universidad del Bio-Bio
Beatriz Bustos Profesora Asociada, FAU-UCH
Michael Lukas Profesor Asistente, Departamento de Geografía, Universidad de Chile
Alvaro G. Gutierrez Académico, Universidad de Chile
Rosa Scherson Vicencio Profesora Asociada, Universidad de Chile
Yerko Boris Castillo Ávalos Académico del Centro de Estudios Ambientales Universidad Austral
Paulina Faba Académica Universidad Alberto Hurtado
Francisca Márquez Profesora Titular. Universidad Alberto Hurtado
Mariana Calcagni Universidad de Friburgo, Alemania
Daniela Escalona Thomas NIDAS universidad academia de humanismo cristiano
Mariela Cecilia Núñez Ávila Directora Estación Biológica Senda Darwin
Miguel Contreras Académico, Departamento de Geografía, Universidad de Chile
Cecilia Smith Profesor Titular, Universidad de Los Lagos
Alfredo Erlwein Vicuña Profesor IIAS, CEAM Universidad Austral
Mauricio Carter Universidad Andrés Bello
Maisa Rojas Profesora Asociada, Universidad de Chile
Cristian Alarcon Ferrari Escuela de Derecho , Universidad Academia de Humanismo Cristiano
Yohann Videla Giering Académico Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Gabriela Cabaña Estudiante de doctorado en antropología, London School of Economics and Political Science
América Paz Durán Moya Investigadora Postdoctoral Universidad Austral de Chile
Juan Armesto Académico, Departamento Ecología. Pontificia Universidad Católica de Chile
Carolina Arriagada Sickinger Profesora Universidad del Bio Bio
María Victoria Soto Académica, Universidad de Chile

¿Qué bienestar? Avanzado en la transformación social

Fotografía por Rodrigo Chávez

Las movilizaciones y demandas de las últimas semanas abren una oportunidad para repensar lo que entendemos por bienestar. El corazón del descontento—un estallido de ira y rechazo a la desigualdad brutal que ha golpeado nuestro país por décadas— se sintetiza en una sola palabra: desigualdad. Y la demanda, por el lado que se le mire, es justa y legítima. 

Ahora cabe preguntarse, ¿A qué igualdad aspiramos? Varios carteles estos días decían “hasta que valga la pena vivir” y  “por la precarización de la vida” ¿Cuál es, entonces, el bienestar al que aspiramos? Pensado en el contexto de la transformación socioecológica que nuestro planeta urgentemente necesita, esta pregunta no es trivial.

Queremos hacer un llamado a repensar el bienestar como acceso al consumo, como aquello que se mide a través del crecimiento económico. El crecimiento económico aumenta cuando se construye un hospital, pero también cuando gastamos más en cosas que no necesitamos, o pagamos por limpiar ecosistemas intoxicados. Este crecimiento sin sentido es lo que ha precarizado la vida en las Zonas de Sacrificio.  Lo que proponemos está en el corazón del llamado a una sociedad más digna, a una vida más digna, es la necesidad de movernos a una sociedad de cuidados.

Existen muchas políticas concretas que nos pueden acercar a este horizonte. Por ejemplo, mientras los últimos días algunos protestaron pidiendo el fin al tag, una sociedad de cuidado fortalecería el transporte público y otras opciones no motorizadas para avanzar a una sociedad donde lo común  y colectivo prime sobre lo individual. Todos vimos como en las calles la solidaridad es parte de reconstruir un Chile Unido. Una política de ingreso básico universal, en vez de un ingreso mínimo garantizado (que finalmente es un subsidio estatal a los sueldos bajos) sería una herramienta verdaderamente emancipadora para dejar más espacio a los cuidados y dar más libertad para que todxs hagamos lo que realmente valoramos hacer, dejando así que nuestras capacidades productivas y creativas se puedan expresar

Cuidar de las personas conlleva cuidar de los ecosistemas. Significa producir y distribuir lo que necesitamos, mantener lo que ya tenemos, y pensar en la sostenibilidad de la vida. De una vida que valga la pena vivir.

Equipo CASA

Cuestionando el crecimiento en casa

Los países ricos están hablando de decrecimiento. De a poco, tímidamente, todavía en las periferias del debate público, pero la idea ya está circulando en todos las conversaciones de contingencia política al menos en la izquierda. En Reino Unido, el golpe mediático de Extinction Rebellion ha puesto a todos los think tanks a diseñar cómo hacer la transición a una economía carbono neutral para 2040, o mejor, para 2030 (la petición de XR es para 2025). El punto crítico ha sido qué tan compatible es hacer esta transición manteniendo las tasas de crecimiento económico a un 3% ⸺la meta estándar en países como Reino Unido⸺ ya que toda la evidencia existente muestra una estrecha relación entre incremento en actividad económica y mayor uso de materiales. La consecuencia no es sólo mayor emisión de gases de efecto invernadero a la atmósfera, sino también un incremento en la demanda de recursos desde ecosistemas cada vez más colapsados. Y todos los límites planetarios de los que depende la compleja biodiversidad de nuestro planeta están abasteciéndonos de agua, comida, minerales, y energía a tasas excesivas que no permiten la regeneración.

El “Sur Global” aparece en las conversaciones para hablar de justicia y solidaridad internacional: lo que hagan los países ricos para decrecer su huella ecológica tiene que dar “espacio” a los países que dependen de generar actividad económica para mejorar las condiciones materiales de su población. No es que no haya pobreza en Reino Unido, pero existe una convicción de que, siendo uno de los países más ricos del planeta, se puede hacer un esfuerzo para mejorar la calidad de vida mediante redistribución y no crecimiento. También existe un reconocimiento de que esta transición no puede construirse sobre relaciones de explotación y saqueo de otros territorios —vale decir, lo que hizo posible la revolución industrial en Europa durante el período colonial.

¿Qué significa esto en un país como Chile? Casi sin darse cuenta, incluso los discursos más radicales sobre decrecimiento en el Norte Global reproducen la idea de que esta es una medida que debe ser tomada cuando un cierto nivel de “desarrollo” ha sido alcanzado. Y que es el rol de los países ricos abrir el camino a la “siguiente” etapa. Creo que esta perspectiva es insuficiente para enfrentar adecuadamente la catástrofe ambiental que estamos viviendo. La filosofía que motiva la discusión sobre decrecimiento es que necesitamos con urgencia disminuir la cantidad de input material que nuestras economías requieren para mantenerse funcionando. Poner el peso de empezar a diseñar ese futuro a economías que se consolidaron y enriquecieron en el siglo del combustible barato (vale decir, petróleo y derivados) es condenar al resto de nosotros a repetir los mismos errores.

Es difícil evitar la tentación de relegar la discusión sobre decrecimiento a un puñado de países ricos. Después de todo, llevan el peso de la responsabilidad histórica por gran parte del CO2 que circula por nuestra atmósfera. Pero los obstáculos a los que se enfrentan, ahora que urge dejar atrás los combustibles fósiles, dejan en evidencia lo errado que sería pensar así. Uno de los principales problemas que emergen en las discusiones sobre lograr una rápida transición es la idea de efecto ‘lock in’. Esto quiere decir que llevamos tanto tiempo invirtiendo en infraestructura que depende de combustibles fósiles que ahora que las energías renovables son por lejos más baratas, dejar de usarlos es muy difícil. Es lo que pasa cuando nuestras ciudades dependen del auto, por ejemplo. Hemos ido construyendo una economía cuya estabilidad depende de un aumento constante en el consumo ⸺muchas veces de cosas inútiles, innecesarias, de uso y desecho rápido. No sólo cómo nos movemos durante el día: la comida que comemos ⸺que viene muchas veces de miles de kilómetros⸺ o cómo calefaccionamos nuestras casas, todo depende de tener combustible fósil barato disponible. Y ya sabemos qué pasa cuando se intenta “corregir” esta addicción con medidas superficiales como impuestos: los que más sufren son los más pobres (basta ver lo que sucedió con los chalecos amarillos en Francia).

Necesitamos hablar de decrecimiento en casa. Es fácil apuntar a otros. Decrecimiento no es algo que hace sentido sólo después de cierto punto ⸺y aunque hubiera un punto, Chile ya está más allá del momento en el que un dólar extra de nuestro PIB contribuye significativamente al aumento del bienestar de la población. Ignorar la pregunta hasta el eterno horizonte del ‘desarrollo’ nos hará repetir los errores de los que ahora los países más ricos se están dando cuenta. No podemos permitirnos pagar ese precio. Con cada oportunidad que dejamos pasar para tener una vida menos dependiente y derrochadora de energía; con cada Mina Invierno que se aprueba o comienza a funcionar; dejamos pasar la oportunidad de hacer una transición profunda, justa y a tiempo. Ya tenemos la para dar una buena calidad de vida para todos. Es hora que empecemos a pensar en cómo sobrevivir a la sexta extinción masiva; que hablemos de poder y redistribución; de la una vida con lo suficiente; donde la estabilidad política y económica no dependa de empujarnos entre nosotros a consumir más y más cada año. El premio será simplemente que nuestro planeta siga siendo habitable.

Hablar de decrecimiento no significa “apagar todo” mañana. Tampoco significa dejar de construir una escuela o un hospital cuando los necesitemos. Significa rediseñar nuestra economía y nuestra forma de vida para que podamos tener lo suficiente para vivir bien, y tener alguna chance de sobrevivir la deblace ambiental. Es hora de superar la miopía de la ortodoxia económica y traer la discusión sobre decrececimiento a casa.

Por Gabriela Cabaña