Este dossier reúne los trabajos finales del curso “Decrecer para vivir bien: Introducción desde una perspectiva latinoamericana” en su tercera versión, el cual se desarrolló en modalidad online entre los meses de septiembre y noviembre del año 2023.
En esta versión contamos con la participación de diversos docentes invitados, a quienes agradecemos fraternalmente su contribución y compromiso: Miriam Lang (Universidad Simón Bolívar, Ecuador), Alberto Acosta (Economista, Político y Ex Presidente de la Asamblea Constituyente de Ecuador), Juan Francisco Donoso (proyecto educativo Formando Rutas), Ramón Balcazar (Observatorio Plurinacional de Salares Andinos, OPSAL), Marta Aravena (Mujeres por el buen vivir, Chile), María Olga Vallejos (CASA) y María Paz Aedo (CASA).
Nos acompañaron estudiantes de Chile, Argentina, Perú, Ecuador, México, España, Francia, Inglaterra, y Alemania, cuya participación y debate nos permitió enriquecer nuestras perspectivas y reafirmar la importancia de compartir experiencias y aprendizajes para pensar críticamente el rol de las nuevas economías en el marco de la crisis ecológica y civilizatoria que hoy habitamos. Este dossier presenta las reflexiones finales de algunas de las estudiantes de esta tercera versión, y nos invita a repensar las posibilidades del decrecimiento en base a las experiencias latinoamericanas.
El objetivo de esta declaración es fortalecer, ampliar y unificar a los múltiples movimientos sociales comprometidos con la justicia energética y ambiental. Es parte de un proceso político abierto y continuo para desarrollar una narrativa, estrategias y acciones comunes.
Esta Declaración es fruto del trabajo colectivo realizado durante 2 días en las reuniones del Sector Energía, como parte de la Conferencia Nuestro Futuro es Público, que se llevó a cabo en Santiago, Chile, del 29 de noviembre al 2 de diciembre de 2022. La declaración fue redactada por un grupo diverso de participantes, entre los que se incluyen representantes indígenas, sindicatos, movimientos ecofeministas, organizaciones de justicia climática, colectivos de solidaridad y ONG. Invitamos de todo corazón a los aliados a firmar y unirse a este esfuerzo.
CASA está participando del recién creado Panel Ciudadano sobre Hidrógeno en Mallaganes. Nuestra primera acción fue la entrega de esta carta al Gobernador de Magallanesel día lunes 21 de agosto
Estimado Sr. Flies.
Ante la promoción de la instalación de la industria del Hidrógeno (H2) en Magallanes, y en su calidad de representante de la región de Magallanes en el Comité Estratégico de Hidrógeno Verde, las distintas organizaciones reunidas en el “Panel Ciudadano sobre Hidrógeno en Magallanes” le escribimos para solicitar al Gobierno, por su intermedio, evaluar científica y participativamente, la escala y alcance de esta industria, con su respectivo impacto ambiental, económico y social, antes de dar paso a su instalación.
Como es de su conocimiento, la evidencia científica muestra que dejar de usar combustibles fósiles es un imperativo, si deseamos limitar los efectos de lo que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ya ha calificado como “ebullición global” y, simultáneamente, avanzar en la justicia social. Sin embargo, la crisis climática no es la única que estamos atravesando, sino que se enmarca en una mayor: la crisis ecológica.
Según la Plataforma Intergubernamental Científico-Normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), la velocidad de los cambios ambientales durante los últimos 50 años no tiene precedentes en la historia de la humanidad; entre ellos, el cambio de uso de suelos para sostener la expansión urbana y los actuales sistemas de producción y consumo, con innovaciones tecnológicas no necesariamente apropiadas para los territorios y sistemas de gobernanza débiles1. Sabemos que los daños y pérdidas asociados a la crisis ecológica y sus múltiples expresiones, impactan e impactarán con mayor intensidad a las comunidades más vulnerables y a quienes menos han contribuido a la emisión de CO22, profundizando la desigualdad social. De hecho, el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC) reconoce explícitamente la interdependencia entre clima, biodiversidad y bienestar humano3, por lo que las soluciones que se busquen para hacerse cargo de la crisis climática deben considerar en su evaluación, al menos, esas tres dimensiones. Consideramos que estos aspectos han sido escasa y vagamente abordados en la promoción de la industria del H2, impulsada por el Gobierno del Presidente Gabriel Boric Font como una de las vías fundamentales para la transición energética.
Según la Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde publicada en 2020, el liderazgo chileno en la producción del hidrógeno se traducirá en 300 GW de capacidad instalada al 2050, con Magallanes como uno de sus principales polos productivos4, y con una inversión proyectada mayoritariamente hacia la exportación. Esto ayudaría -en palabras del Presidente del Gobierno Español- a ‘la Autonomía Estratégica Abierta’ de Europa5. Sin embargo, ni la estrategia nacional ni la comunidad europea explicitan cómo la producción de hidrógeno en Chile aportará al cumplimiento de las metas de descarbonización de las regiones donde se produce, y que, en el caso de Magallanes, está declarada en Emergencia Climática y Ambiental desde 20206. De hecho, la matriz energética de esta región está compuesta en un 97 % por combustibles fósiles, según valores publicados el año 20187.
Durante la promoción de esta industria, el Gobierno ha resaltado los beneficios económicos que traería convertir al país en un supuesto líder de la acción climática, pero estas decisiones han sido tomadas sin contar con evidencia científica suficiente, ni considerar -de manera temprana, transparente y sistemática- la participación e intereses de quienes habitan esta región. Porque, hasta ahora, desconocemos al menos cuatro elementos clave: (1) cuál será la escala de intervención que se requiere para alcanzar la meta productiva; (2) cuáles serán los impactos que generará esta industria en comunidades y ecosistemas; (3) cómo se resguardará el cumplimiento de los compromisos de democracia y justicia ambiental, y (4) cuáles son los usos que se le dará a este vector energético en la región, considerando la factibilidad técnica, la eficiencia, los costos y la tasa de reemplazo de los combustibles fósiles, actualmente en uso.
La situación recientemente descrita nos preocupa, considerando que el uso que se proyecta para ese hidrógeno perpetúa paradigmas insostenibles y peligrosos de externalización de los costos económicos, sociales y ambientales en la producción de materias primas, hacia las comunidades y territorios que proveen estos recursos, en vez de responder al muy urgente cambio de la matriz energética, desde una perspectiva socioecológica y democrática.
La viabilidad y pertinencia del hidrógeno está siendo cuestionada por diversos actores del mundo académico, científico, social e incluso político. Un informe desarrollado por el Observatorio Europeo de Empresas8 no sólo presenta serias dudas respecto a la conveniencia de este tipo de energía, sino que también advierte que detrás están empresas relacionadas, directa o indirectamente, con combustibles fósiles, invirtiendo millones de dólares en lobby para influenciar la política energética europea. En tanto, el Consejo Consultivo Alemán sobre Medio Ambiente declaró que el hidrógeno “no puede desempeñar un papel primordial” en la solución de la crisis climática9.
En ese contexto, distintas organizaciones de la sociedad civil y la academia con presencia en la región austral, nos hemos constituido como “Panel Ciudadano sobre Hidrógeno en Magallanes” para relevar en la discusión pública, aspectos ambientales, sociales y económicos que implicaría la instalación de esta industria. Si bien reconocemos la necesidad de descarbonizar la matriz energética a escala global, también pensamos en la urgencia de considerar, a lo menos y en total justicia, una planificación estratégica con pertinencia territorial, contemplando la conservación de los territorios, su biodiversidad y sus formas de vida, la participación ciudadana incidente, informada y descentralizada, con un criterio de equidad social.
Desde esta tribuna, proponemos una planificación responsable con el futuro, que se haga cargo de los riesgos e incertidumbres que implica la instalación de esta industria, incluyendo aquéllos ya identificados por la ciudadanía en los “Diálogos país para la reducción de asimetrías de conocimiento sobre el H2V” impulsados por el Ministerio de Energía, donde para Magallanes se reconocen algunos, como: el colapso de servicios públicos y mayores dificultades de acceso a salud, educación y vivienda, producto del incremento repentino de la población y la ausencia de planificación; afectaciones a especies nativas y ecosistemas; afectaciones en las cuencas hídricas y el pompón de turbera por la instalación masiva de aerogeneradores; impactos en la trayectoria y zonas de nidificación de aves; impacto acumulativo sobre el paisaje; falta de normativas y potenciales impactos por la acumulación de salmueras; generación de residuos durante la operación y luego del cierre; impacto por ruidos; efectos sobre el suelo; incompatibilidad con la visión de Magallanes como observatorio de cambio climático y como refugio climático; desconocimiento sobre escala, espacios a utilizar y capacidad de carga; instrumentos normativos, fiscalizadores y de gobernanza débiles; evaluación fragmentada de proyectos, y aumento en el costo de la vida, entre otros10. Sabemos que, tanto el Gobierno regional como nacional, han impulsado acciones que buscan robustecer los diagnósticos y los instrumentos que pretenden orientar la promoción de la industria del H2. Sin embargo, se trata de acciones y alcances insuficientes y tardíos, que adolecen de cuestionamientos fundamentales asociados al desarrollo socio-territorial de la región.
En este escenario, consideramos que la actual promoción de la industria del hidrógeno, no es sostenible y mucho menos sustentable, pues mientras se declara que Chile podría ser líder mundial en la exportación de energías renovables, se abre la posibilidad de replicar internamente, para la región de Magallanes y de la Antártica Chilena, modelos que profundizan las desigualdades sociales y territoriales subyacentes y responsables de la crisis climática y ecológica que vivimos. Por ello, como Panel Ciudadano autoconvocado, solicitamos al gobierno del Presidente Boric una moratoria a la instalación de la industria del H2, para abordar, de forma responsable e integral, los riesgos que esta industria tendría para la región.
Por todo lo anterior, pedimos:
Darnos la posibilidad a la comunidad regional, de discutir sobre la compatibilidad del desarrollo socio-territorial esperado con la instalación de la industria de H2, sobre la base de:
información socio-ambiental de los territorios que se podrían afectar con la actividad de la industria del H2.
Información prospectiva regional, que incorpore escenarios, amenazas y riesgos climáticos.
dimensiones de la escala mínima de intervención de esta industria para que sea viable como negocio de exportación, y qué impactos y riesgos significa esto para el territorio.
detalles de los proyectos que ya se visualizan en el territorio, cuántos, dónde, qué producto generará (hidrógeno, amoníaco, etc.) y su destino.
una visualización ilustrativa del mapa de la región, con todos los parques eólicos, líneas de transmisión, plantas desaladoras, refinerías de amonio y el flujo de transporte y contaminación que ésta generaría.
Evaluar la viabilidad social, ambiental y económica de esta industria en la región, con todos los proyectos contemplados en conjunto, y no por empresa o actividad, lo cual permitirá abordar, de forma temprana, los factores críticos existentes.
Robustecer la institucionalidad ambiental, tanto en modificación de instrumentos de evaluación de impactos, capacidades técnicas de evaluación de impactos y de fiscalización, considerando que es humanamente imposible que el SEIA de la región sea capaz de analizar todos estos proyectos.
Finalmente, le hacemos un llamado a usted, como máxima autoridad electa de la región y, por su intermedio, al Presidente magallánico junto al Comité Estratégico de Hidrógeno Verde, para que tomen conciencia de los riesgos que tiene el apoyo incondicional que han dado a esta industria, pues podría -como ya se está haciendo evidente- transformar gran parte de esta región, incluido el Estrecho de Magallanes, en una nueva gran zona de sacrificio, que satisface las necesidades y urgencias del primer mundo, a costa de las propias potencialidades y la sustentabilidad del planeta.
El “Panel Ciudadano sobre Hidrógeno en Magallanes” está compuesto por:
Agrupación Ecológica Patagónica
Asociación de Investigadores Museo de Historia Natural Río Seco
Centro de Análisis Socioambiental
Centro de Rehabilitación de Aves Leñadura
Fundación Ciudadanos y Clima
Fundación Lenga
Fundación Mar y Ciencia
Fundación Rewilding Chile
ONG FIMA
Red de Observadores de Aves y Vida Silvestre de Chile (ROC)
Sociedad Civil por la Acción Climática (SCAC Magallanes)
Además de un equipo de asesoría experta.
1 IPBES (2019): Summary for policymakers of the global assessment report on biodiversity and ecosystem services of the Intergovernmental Science-Policy Platform on Biodiversity and Ecosystem Services. S. Díaz, J. Settele, E. S. Brondízio E.S., H. T. Ngo, M. Guèze, J. Agard, A. Arneth, P. Balvanera, K. A. Brauman, S. H. M. Butchart, K. M. A. Chan, L. A. Garibaldi, K. Ichii, J. Liu, S. M. Subramanian, G. F. Midgley, P. Miloslavich, Z. Molnár, D. Obura, A. Pfaff, S. Polasky, A. Purvis, J. Razzaque, B. Reyers, R. Roy Chowdhury, Y. J. Shin, I. J. Visseren-Hamakers, K. J. Willis, and C. N. Zayas (eds.). IPBES secretariat, Bonn, Germany. 56 pp.
2 IPCC, 2023: Summary for Policymakers. In: Climate Change 2023: Synthesis Report. Contribution of Working Groups I, II and III to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change [Core Writing Team, H. Lee and J. Romero (eds.)]. IPCC, Geneva, Switzerland, pp. 1-34, doi: 10.59327/IPCC/AR6-9789291691647.001
3 Fundación Ciudadanía Inteligente. 2023. Diálogos país para la reducción de asimetrías de conocimiento sobre el H2V. Resultados de la Región de Magallanes.
4 Corporate Union Observatory. 2023.Germany’s great hydrogen race. The corporate perpetuation of fossil fuels,energy colonialism and climate disaster. Recuperado de: https://corporateeurope.org/sites/default/files/2023-03/Executive%20EN%20summary_Germany%20great%20hydrogen%20race_0.pdf
5 IPCC, 2023: Summary for Policymakers. In: Climate Change 2023: Synthesis Report. Contribution of Working Groups I, II and III to the Sixth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change [Core Writing Team, H. Lee and J. Romero (eds.)]. IPCC, Geneva, Switzerland, pp. 1-34, doi: 10.59327/IPCC/AR6-9789291691647.001
6 Gobierno Regional de Magallanes y de la Antártica Chilena. 2021. Declaración Exenta 266. Recuperado de: https://www.goremagallanes.cl/wordpress/wp-content/uploads/2022/04/RESOLUCION_266.pdf
7 Mesa Ciudadana de Energía para Magallanes. 2018. Propuesta Ciudadana de Energía para Magallanes. Recuperado de: https://cl.boell.org/sites/default/files/paginas_propuesta_ciudadana_de_energia_para_magallanes_ok_160518.pdf
9 Ministerio de Energía, 2020. Estrategia Nacional de Hidrógeno Verde. Recuperado de: https://energia.gob.cl/sites/default/files/estrategia_nacional_de_hidrogeno_verde_-_chile.pdf
10 Corporate Union Observatory. 2023. Germany’s great hydrogen race. The corporate perpetuation of fossil fuels,energy colonialism and climate disaster. Recuperado de: https://corporateeurope.org/sites/default/files/2023-03/Executive%20EN%20summary_Germany%20great%20hydrogen%20race_0.pdf
La crisis socioecológica que estamos vivenciando a nivel mundial se expresa en problemáticas graves como el cambio climático, la erosión de los suelos, y la pérdida de biodiversidad, que a su vez se expresan y afectan de manera desigual a los distintos territorios. Ante este panorama, las preguntas y respuestas son variadas, siendo una de ellas la interrogante por lo comunitario y las formas en cómo pensar la comunidad.
Lo anterior no aparece de manera azarosa, sino como requerimiento de los cambios que están aconteciendo, que nos afectan profundamente y dejan en evidencia nuestra condición de vulnerabilidad, interdependencia y ecodependencia. Desde allí se nos obliga a repensar las relaciones entre personas y naturaleza.
Por todo esto, resulta pertinente volver a mirar la forma en que se ha abordado lo comunitario y la comunidad, como coordenadas que nos permiten componer una lectura del escenario global actual y desde allí describir y encauzar alternativas y posibilidades para repensar nuestros modos de relación entre personas y con la naturaleza. Dado que el momento presente es a todas luces crítico, se requieren nuevas claves interpretativas para pensar y habitar el mundo, siendo lo comunitario y la comunidad parte de ellas.
Conceptualmente, lo comunitario describe y evoca un surtido de elementos, siendo un adjetivo con el que se describen distintas prácticas y objetos. Por su parte, la comunidad ha sido descrita como un concepto polisémico, que de hecho se ha utilizado con diferentes énfasis a lo largo de la historia. Así, por ejemplo, desde algunas perspectivas sociológicas clásicas, la comunidad se identifica como algo “perdido”, o bien como “lo antiguo” en oposición a la sociedad industrial. También tomando estas concepciones clásicas, y a propósito de la modernidad, otros dirán que esta manera de pensar la comunidad es escasamente pertinente dentro de nuestra actualidad globalizada, individualizada y fragmentada (Bauman, 2003).
Desde otras visiones se concibe la comunidad como un ideal a proteger o bien como un proyecto emergente, siendo las comunidades modos de articulación dentro de la propia sociedad, pero que se construyen desde otros elementos más bien circunscritos al presente, como por ejemplo los estéticos o emocionales (Maffesoli, 2004). Finalmente, el término comunidad refiere a un aspecto a desarrollar, por ejemplo, por parte de las políticas públicas y los Estados, lo que, por lo demás, no ha estado exento de críticas.
Dada la versatilidad de estos conceptos, abordar la pregunta por lo comunitario es sumamente complejo. Sin embargo, con independencia de estas distinciones y discusiones más amplias, en la actualidad es posible sostener que lo(s) comunitario(s) cobra(n) fuerza justamente al reflexionar en torno a la crisis socioecológica. Es en este contexto de profundos cambios e incertidumbres en el cual nos sabemos y vemos involucrados, que la pregunta por lo comunitario hace sintonía desde ese lugar de vulnerabilidad que pone en evidencia la necesidad de reflexionar directamente en torno al tema.
Es posible sintonizar con el abordaje de lo comunitario, por ejemplo, desde grupos y movimientos sociales que se articulan en la defensa de territorios y modos de vida como mecanismos de resistencias. Así también, desde formas colectivas que permiten la subsistencia de vidas, cuerpos y territorios que se han visto fuertemente afectados históricamente y más actualmente por la crisis socioecológica y sus expresiones. Esto debido a que las problemáticas complejas ante las que nos vemos enfrentados repercuten muy fuertemente sobre espacios situados.
Estas actuaciones muestran formas concretas en las que se materializa el retorno de la pregunta por lo comunitario, pero su vigencia no se reduce a esto, y la misma se conecta con aspectos más amplios y que se relacionan con lo global. Se trataría así de reflexiones y acciones que abordan necesidades situadas tangibles e intangibles, acopladas a cuestionamientos respecto de los modos y modelos que han precarizado las vidas, y las posibilidades de relación y vínculo con los otros.
Así, podemos vislumbrar que el horizonte del tema se encuentra anclado a una problemática actual que emerge con urgencia, que nos convoca a buscar nuevas formas de relación entre humanos y con la naturaleza, las cuales implican una transformación profunda. Estas nuevas formas exigen el abordaje de lo comunitario y la comunidad, en tanto clave interpretativa que nos ofrece otras coordenadas para mirar prácticas presentes y también posibilidades para pensar el futuro.
Se trata de un abanico amplio de articulaciones que no se reducen a una orgánica particular. Tal como plantea Raquel Gutiérrez (2019), no existe una determinada forma para lo comunitario, ni tampoco un determinado espacio para su emergencia, sino que los “entramados comunitarios se encuentran en el mundo bajo diversos formatos y diseños (…) son las diversas y enormemente variadas configuraciones colectivas humanas” que se articulan y desarticulan de manera más o menos estable. Por lo tanto, lo comunitario, más que responder a una esencia, un tipo absoluto, o condicionarse desde ciertos requerimientos, ya sea un espacio físico-territorial o la existencia de intereses generales (que, por lo demás, son cada vez más fluctuantes y móviles); se amplía y desdibuja para adquirir formas múltiples capaces de actuar en torno a asuntos de preocupación que superan lo local.
Dicho de otra manera, el concepto se plasma en una heterogeneidad de reflexiones, añoranzas y acciones donde lo comunitario se teje, es decir, que “acontece”. Y justamente acontece en la emergencia (no necesariamente en la novedad o en la planificación) de procesos y prácticas que enfatizan el requerimiento de él y los otros, en las múltiples relaciones que nos permiten la continuidad de la vida, y que son justamente las que se ponen en riesgo en medio de la crisis socioecológica en la que estamos inmersos.
El acento en lo comunitario y su vigencia tendría que ver con el lugar que ocupa este ámbito en nuestro presente incierto, y su sentido de potencia a propósito de las interacciones y sus vinculaciones en distintas escalas. La fuerza de lo comunitario y el preguntarnos por ello es un reconocimiento de la imposibilidad que tenemos de constituirnos fuera de nuestras relaciones (Garcés, 2013). La crisis socioecológica expone la vulnerabilidad de un mundo que es necesariamente compartido y común.
No se trata de una añoranza o de una defensa de cierto tipo de vínculo establecido a priori, de valores o formas de acción u organización que se tengan que reivindicar o recuperar, sino más bien de experiencias y prácticas emergentes que ponen sobre la mesa lo colectivo como parte constitutiva de la singularidad. La vigencia de lo comunitario en medio de la crisis socioecológica expone nuestras dependencias y agencias mutuamente implicadas, a partir de las cuales constituye nuevas lógicas y claves interpretativas para pensar las formas de vivir, producir, consumir e interactuar.
Así, lo comunitario no es en la oposición a la sociedad, o un posicionamiento de lo local o de la comunidad como lo auténtico o lo bueno. Es un llamado a aquello que nos permite hacer en común, que no está previamente definido ni clausurado, sino que es creativo, que deviene en las propias circunstancias de la vulnerabilidad y del requerimiento de nuevas experiencias de vida que ponen en el centro lo colectivo y lo cooperativo, en la medida del necesario reconocimiento y responsabilidad de estar involucrados.
Se trata de experiencias profundamente políticas, pero también versátiles, ya que implican un sinnúmero de modos de hacer y pensar que ponen en cuestión el modelo de vida dominante y sus lógicas, y que se entretejen desde todo aquello que resulta fundamental y necesario para la vida.
Finalmente, la crisis socioecológica nos plantea un escenario en el que la pregunta por lo comunitario y la comunidad están vigentes, en la diversidad de modos de hacer y poner en común, estableciendo relaciones y vínculos que permiten continuidades y discontinuidades, posibilidades para estar y mantenernos inmersos en el mundo (Ingold, 2018) desde nuestra condición interdependiente y precaria.
Nos habla de la necesidad de integrar lo comunitario como clave interpretativa, nos invita a enfocarnos no solo en los efectos materiales de la crisis socioecológica en la que estamos situados, y en qué políticas o técnicas adoptar para vivir o sobrevivir en este escenario dañado; sino en el cómo se producen dichas materialidades y lo que las mismas producen. Aquí en las relaciones e interacciones es donde se vuelva especialmente necesario el abordaje de lo comunitario como aspecto que no podemos obviar al pensar y pensarnos parte de la transformación ecosocial que requerimos.
Por María Olga Vallejos Lamig
Referencias
Ingold, T. (2018). La vida de las líneas. Ediciones Universidad Alberto Hurtado, Santiago de Chile.
Garcés, M. (2013). Un mundo común. Editorial Bellaterra, Barcelona, España.
Gutiérrez, R. y Salazar, H. (2019). Reproducción comunitaria de la Vida. En: Revista de estudios comunitarios, El Aplante (Editorial) Producir lo común. Entramados comunitarios y luchas por la vida (21-45). Traficante de Sueños.
Maffesoli, M. (2004). El tiempo de las tribus: el ocaso del individualismo en las sociedades posmodernas. Siglo XXI México Editores.
Bauman, Z. (2006). Comunidad: en busca de seguridad en un mundo hostil. Siglo XXI de España Editores.
Este año llevamos a cabo la segunda versión de nuestro curso “Decrecer para Vivir Bien. Introducción al decrecimiento desde una perspectiva latinoamericana”. Luego de una provechosa primera versión el 2021, este año recorrimos los 6 módulos de este curso virtual aprendiendo sobre el enfoque del decrecimiento y qué significa abordarlo desde nuestra posición en el Sur Global.
Participaron 20 estudiantes, que terminaron el curso con una cartografía colectiva, enfocada en la creación de un “nosotros” colaborativo.
La comunidad se encuentra dispersa y debilitada frente al avance de las fuerzas opuestas. La lucha ha sido larga y nada indica que se pueda revertir la adversidad. Sin embargo, cada miembro desde su rol, se arroja apasionadamente a ofrecer el que podría ser su último esfuerzo. Y flaquean. Entre miedos y dudas, contra todo pronóstico, ocurre lo que parecía imposible: por un momento, las fuerzas del universo se alían en su favor. La comunidad celebra, aunque sabe que su triunfo es provisorio.
Esta historia nos resulta familiar porque está a la base de lo que conocemos como el arquetípico “camino heroico” que sostiene las cosmovisiones y las trayectorias de los pueblos en las más diversas culturas, tradiciones y formatos. Simplificando, y con perdón de las expertas en estudios culturales, el mito del héroe cruza desde la narración oral a los Avengers.
Frente a los miedos que desata la crisis socioecológica, política y económica, el héroe actual ha sido relegado al superhéroe como individuo salvador. Ya no escucha dioses ni fuerzas vitales, depende de sí mismo, “solo contra el mundo”. En una columna anterior hemos comentado las limitaciones de esta narrativa, proponiendo transitar desde esta visión moderna del yo hacia la co-creación de un “nosotros” desde donde atravesar el desafío civilizatorio en curso. Podemos dar un paso más en este análisis, observando cómo este sujeto colectivo está a la base de una dimensión poco observada de la transformación política: la emergencia de fenómenos “contra todo pronóstico”.
De la mano de la ilustración, la modernidad ha observado lo político como un dominio sostenido por “acciones racionales con arreglo a fines”. Tanto si se trata de acentuar contradicciones como de reproducir estructuras, el supuesto racionalista implica que existe un saber, una expertiz desde donde será posible reunir elementos y coordinar acciones para alcanzar los objetivos trazados. Si ello no ocurre, suponemos una falla en la información disponible, en las herramientas utilizadas o en la energía implicada.
Estas premisas están arraigadas profundamente, siguiendo a Stengers (2014), en la metáfora de la sociedad humana como organismo, sistema regido por recurrencias y dinámicas eventualmente develables e idealmente controlables, con feedbacks, inputs y outputs de cierta regularidad. Las ciencias sociales han hecho importantes esfuerzos por analizar y observar estas tendencias. Sin embargo, este enfoque también tiene limitaciones. No sólo porque no es posible establecer una separación taxativa entre observador y observado; o porque la premisa de “todo vale” resulta tan peligrosa y reduccionista como el supuesto de neutralidad “objetiva” (Haraway, 1995), sino porque los fenómenos humanos y no humanos desbordan constantemente todo aquello que intentamos predecir. En retrospectiva, los fenómenos que nos sorprenden parecen obvios y pueden explicarse, nos decimos, por las múltiples señales que no fuimos capaces de leer correctamente. A partir de allí, podemos caer en una espiral descendente de acusaciones y culpas, de donde puede ser difícil salir.
Este guión olvida una dimensión fundamental del arquetípico camino heroico: los afectos como fuerzas inmanentes, en último término insondables. El héroe no es un individuo sino un sujeto colectivo, que sólo es capaz de ver algunos aspectos de lo que está ocurriendo. Tanto esta colectividad como el mundo conforman realidades múltiples y en último término, imposibles de conocer por completo y por tanto, impredecibles. La incertidumbre reina. Y por supuesto, como en el cine, si vemos algo que algún héroe no ve nos dan ganas de gritarle “¡no, no vayas por ahí! ¡no hagas eso! ¡no le creas a ese!”. Es más fácil opinar cuando nos sentimos testigos y no actores implicados; pero esta separación, si reconocemos el mundo como un entramado de influencias recíprocas, no es más que ilusoria. ¿Qué podemos hacer, entonces, cuando sentimos que todo está en contra?
Siguiendo a Isabelle Stengers (2014) y Suely Rolnik (2019), necesitamos otras narrativas para atravesar el Mordor de Tolkien. Stengers propone recurrir a la metáfora de la química pre-moderna, más precisamente la alquimia, para entender lo político como el espacio donde es posible combinar elementos que permitan la emergencia de fenómenos, sin aspirar a controlarlos. Hablar de alquimia en el ámbito político puede sonar algo exótico, por decirlo de modo amable; pero en la observación retrospectiva encontramos múltiples evidencias de cómo las “expresiones micropolíticas de la pulsión vital” (Rolnik, 2019) están a la base de lo que posteriormente reconocemos como un fenómeno político. Nuestra historia está llena de estos ejemplos. Saltar un torniquete en Santiago, bailar “Un violador en tu camino” en Valparaíso, los perfiles de desaparecidos ocupando la Plaza de Mayo en Buenos Aires, por nombrar solo algunos (Fuentes, 2019).
Lo que parece ser un milagro político está lejos de ser generación espontánea. El fenómeno emergente está sostenido por acciones micropolíticas, cotidianas y aparentemente pequeñas, con el poder performativo del ritual: acciones sostenidas y experimentales, recurrentes y muchas veces contra-intuitivas, sin control sobre el resultado, con la insistente fuerza vital del sueño, el deseo y los afectos. Estas acciones se sostienen en una premisa clave de la alquimia, el arte y la magia: la combinación de elementos para la invocación y emergencia de un fenómeno distinto, una grieta en la corriente principal, como ejercicio de creación, acompañamiento y resonancia para la emergencia de otros mundos.
El arte de combinar elementos “para que adentro nazcan cosas nuevas”, como dice la canción, puede ayudarnos a atravesar el miedo, el dolor, la rabia y la tristeza, sin eludirlas ni ser consumidas por ellas. En medio del colapso civilizatorio-socioecológico y en plena oscuridad, necesitamos sostenernos en los múltiples y cotidianos actos que conforman esta fuerza heroica colectiva, vital e insondable, que nos ha permitido sobrevivir al exterminio y la violencia. Contra todo pronóstico, en este universo de posibilidades múltiples, la vida existe.
Por María Paz Aedo
Referencias
Fuentes, Marcela (2019). Activismos tecnopolíticos: constelaciones de performance. Buenos Aires: Eterna Cadencia Editoras.
Haraway, Dona (1995). Ciencia, Cyborgs y Mujeres: La Invención de la Naturaleza. Valencia: Ediciones Cátedra.
Rolnik, Suely (2019). Esferas de insurrección: Apuntes para descolonizar el inconsciente. Buenos Aires: Tinta Limón.
Un jardín frutal en pleno desierto sería una utopía fallida ¿Quién querría plantar manzanas, chirimoyas, paltos o higos en pleno desierto de atacama?
Hay impulsos gloriosos que podrían llevarnos a la ruina. Porque lo más probable, es que ninguno de esos árboles frutales se daría en zonas áridas. Hacer esto sería un despropósito, pero no por no tener frutales, el desierto deja de ser sorprendente. Al entrar a un salar, se puede agarrar una roca de sal con la mano, por ejemplo, y verla tan transparente como un cristal. Y así es como de alguna manera se entiende a la sal. Y después al verla adentro de un envase diminuto, puede pensarse en su formación bajo la tierra.
Nos gusta ver las cosas en sí mismas, saber de dónde vienen. Y por eso nos preguntamos por los procesos detrás de las objetos: los talleres, las fábricas, las receta de cocina o las formaciones acuosas que riegan los árboles frutales. En la mayoría de los lugares se venden cosas, pero nada se puede ver. Todo el proceso está fuera de la vista, en otra parte.
Querer ver la roca de sal desde un envase podría ser también un tipo de utopía.Y como cualquier utopía, es también un estado mental atravesado por un déficit. Porque si ya vivimos en un mundo sofisticado, manejado bajo un estado centralizado y con un sistema monetario digital, quizás las nuevas utopías tengan más que ver con la pérdida de la abstracción.Pensar que los objetos se vuelven transparentes, o se muestran como son. Una utopía más tenue quizás, alcanzable a ratos, y que trata de acercarse a una relación concreta con las cosas que ya existen.
Las utopías son solo un mundo celeste e inalcanzable, perfecto y cerrado en sí mismo. Es curioso constatar que muchas veces si extendemos lo que queremos hasta el infinito tampoco arribamos a la utopía perfecta. A veces ni en la imaginación se puede tener todo, e incluso lo que queremos empieza a chocar entre sí.
/La libertad puede volverse un acto de egoísmo. La justicia puede chocar con la compasión. El deseo de algunos puede ser la pesadilla de otros e irónicamente, a veces incluso nos fascinan los defectos de otras personas.
Toda utopía es de cierto modo fallida, pero lo importante es que desde ahí se mira hacia afuera y, viendo ese otro lugar, se va. Es una especie de fermento que trata de realizarse, y así, paulatinamente se vuelve un asunto pragmático.
“La Imaginación es un lugar donde llueve”, dicen. Y si el desierto se sigue ensanchando, quizás las utopías tenues sean una opción para evitar la frustración. Hacer que el agua corra por donde tiene que correr. Y en cualquier momento, la utopía puede volverse reversible, y sin darnos cuenta, de pronto alcanzar algo que todavía ni siquiera se imagina.
Solemos escuchar que no tenemos que elegir entre fortalecer la economía y cuidar al planeta. Que cuidar la tierra puede ser “un buen negocio” y compatible con lo que se ha denominado el “crecimiento verde”. Así, muchas veces nuestras políticas se diseñan esperando que cualquier intervención que se haga para, por ejemplo, reducir las emisiones de CO2, sean también una oportunidad para promover la inversión y hacer crecer la economía. Esta premisa descansa en la ilusión de que no necesitamos reflexionar de manera profunda sobre nuestras estructuras económicos e institucionales para revertir la emergencia climática y ecológica que actualmente enfrentamos a nivel global.
Es hora de cuestionar este mantra, que se ha convertido en un obstáculo y una camisa de fuerza para pensar alternativas. Una propuesta es el decrecimiento: una escuela de pensamiento que cuestiona el imperativo del crecimiento económico ilimitado y prioriza la sostenibilidad de la vida y la justicia ambiental. Darnos cuenta de que hemos sobrepasado con creces los límites biofísicos planetarios, y que el enriquecimiento de unos pocos se ha hecho a costa del acaparamiento y del empobrecimiento de las mayorías, nos llama a pensar otras formas de abundancia y bienestar. Unas no ligadas al consumo ni a la cultura de lo barato y lo desechable. Convivial, centrada en el control democrático de lo común y una relación entrelazada con los ecosistemas que habitamos. Como dicen Ulrich Brandt y Alberto Acosta (2018), una “salida del laberinto capitalista”, decolonial y centrada en los cuidados.
Afortunadamente, existen señales incipientes de que este tipo de pensamiento está permeando las instituciones oficiales y los cuerpos internacionales mandatados a enfrentar nuestras múltiples crisis socioambientales. Un ejemplo es el informe publicado el 9 de junio por el IPBES (la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos) y el IPCC (Panel Intergubernamental de Cambio Climático) titulado “Biodiversidad y cambio climático”, que recoge una serie de reflexiones en torno a los desafíos de la conservación, entre ellas, la necesidad de explorar alternativas al capitalismo como el buen vivir. El informe reconoce también que elementos como la desigualdad y las relaciones de poder están a la base de nuestra destructiva forma de organizar la economía a costa de los ecosistemas y privilegiando el interés de una minoría enriquecida.
Enfoques como el de este informe abren las puertas a una conversación honesta para transformar la sociedad completa, sin limitarnos a las soluciones incrementalistas dentro del modelo pro-crecimiento que tenemos hoy. Esperamos que este tipo de debate vaya ganando cada vez más espacio y comencemos a vislumbrar otros arreglos civilizatorios posibles. Aún estamos a tiempo.
Por Gabriela Cabaña
Referencias
Acosta, A., & Brand, U. (2018). Salidas del laberinto capitalista: Decrecimiento y postextractivismo (2da edición). Fundación Rosa Luxemburg, Oficina Región Andina.
Los momentos constituyentes son oportunidades de cuestionamiento y de replanteamientos profundos. Sentarnos hoy a escribir las bases para un nuevo pacto social, evidentemente en crisis, es imposible sin incluir la dimensión ecológica. En ese espíritu, en este documento presentamos 5 propuestas que podrían abrir camino a las transformaciones socio-ecológicas que nuestros tiempos demandan. Todas estas propuestas tienen en el corazón los principios de democracia, equidad de género, derechos humanos y justicia ambiental.
Las propuestas que encontrarás en este documento son: (1) Propiedad Comunitaria e iniciativa económica colectiva, (2) Reconocimiento de los Límites Planetarios, (3) Derecho a la Alimentación y a la Soberanía Alimentaria, (4) Derechos de la Naturaleza y (5) Renta Básica Universal como derecho emergente